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Drafting: ¿circunstancias o ética?

drafting en triatlon kona
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Volvemos al ataque. Aquí una vez más Kicke Cabello, ordenando mis reflexiones sobre el triatlón. Hace algo más de un mes escribía este artículo que perdimos por gajes técnicos y que venía al pelo con la actualidad nacional. ¿Es el drafting en triatlón algo circunstancial o es un problema ético de los triatletas?


Hablemos de drafting en triatlón. Dejando de lado el caso de los PROs, con unas circunstancias de carreras muy específicas y yendo al límite de sus fuerzas en cada metro de la competición. También los hay que interpretan el reglamento de forma creativa. Pero hablemos de drafting en amateurs. Chupar rueda es como pegar en natación, nadie lo hace pero todo el mundo lo sufre. Caretas fuera.

Factores externos del Drafting en triatlón

En primer lugar, a todos se nos vienen a la mente carreras o circunstancias en las que se dan situaciones de drafting. Que si hay muchos inscritos, múltiples distancias, circuito a muchas vueltas, que si la abuela fuma… El cuento de la lechera. Lo cierto aquí es que todas esas cosas las podemos saber antes de inscribirnos a una carrera. Analicemos casos concretos.

En Estados Unidos, una carrera que tiene el sambenito de haber drafting es Ironman Texas, una carrera llana sí, pero a 2 vueltas y con 2.700 participantes. Dentro de una prueba de la franquicia de la M nada inusual ni que haga saltar las alarmas. Entonces, ¿de dónde viene el drafting en triatlón? Para muestra un botón, veamos un ejemplo con una secuencia de 3 fotos.

drafting en triatlón

Vemos como en el sentido contrario va un grupo de unos 20 triatletas que no tienen excusa por anchura ni saturación de la carretera. Detrás del grupo hay espacio para ir respetando la distancia de sobra. No hay más preguntas señoría. El que chupó rueda tenía alternativas.

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Factores internos

Ahora ahondemos en las profundidades de lo que hay bajo el casco del chuparruedas medio. Cuáles son los desencadenantes que convierten a un honesto y amigable triatleta en un ávido tramposo.

  • Ignorancia. El mal endémico del s.XXI. Con el auge de la media y larga distancia, el desdén por los briefings o la ligera lectura de la guía del triatleta, pasando por supuesto por no haberse molestado en leer jamás el reglamento de triatlón. Si a eso le sumamos que tenemos dificultad para definir lo que son 15 centímetros, no me quiero imaginar para estimar lo que son 8, 10 o 12 metros.
  • Competitividad. Por supuesto competitividad mal entendida. El Pirata lo mencionaba bien en uno de sus podcast: «Nadie quiere frenar». El grupo de edad intensivo que prepara con ahínco una prueba para dar su mejor versión, meses de dedicación y tiempo robado a otras cosas para tirarlo todo a la basura y mentirte a ti mismo con un crono o una posición que no te corresponde.
  • Picaresca. A nadie pilla de nuevas que tratamos de utilizar cualquier resquicio para sacar provecho propio. Desde saltarnos un stop a cobrar en B. Puede que aquí lo tengamos más normalizado que en otros países, pero viendo las imágenes de Texas o las míticas imágenes de pelotones en Kona podemos quitarnos ese complejo. El tramposo no entiende de banderas.
  • Resignación. El admirado héroe familiar, el triatleta que todo lo puede y respeta hasta la última coma del reglamento, tras años de sufrimiento y cansado de ser adelantado por pelotones llega el día en el que cruza la línea. Como Harvey Dent, el fiscal de Gotham que acaba convertido en villano. El día que ese honrado padre de familia deja de sentir el viento en la cara sobre su bicicleta ya nunca volverá a ser el mismo.
  • Inseguridad/Presión. El triatleta amateur venido a más, en busca de alimentar su ego y validación externa. Esa palmadita en la espalda que vale más que la medalla, ser el «mejor» de tu grupeta, el alfa. Carne de cañón.
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En resumen, todos los factores que hemos mencionado parten de una falta de ética y valores que creo que son la base del deporte en general, y del triatlón en particular. Podemos seguir mintiéndonos y echarle la culpa a los jueces, pero creo que nadie culpa a que no haya un guardia civil en un cruce cuando alguien se salta un semáforo. Somos lo que hacemos cuando nadie nos ve, y ningún slot, ninguna medalla y ningún crono compensará dormir con la conciencia tranquila.

Sean buenos.